¿Por qué se celebra el día de la Danza?
El Día Internacional de la Danza no está escogido al azar, sino que corresponde a un ‘cumpleaños’: el de Jean Georges Noverre. Puede que no hayas oído su nombre, pero posiblemente gracias a él todo el mundo comparte el vocabulario francés del ballet.
Jean Georges Noverre fue un bailarín y coreógrafo que trabajó por toda Europa para príncipes y reyes. ¿Y por qué se merece un homenaje el día de la danza? Pues porque Jean Georges Noverre desarrolló lo que hoy se considera el ballet moderno.
Todo esto está muy bien, pero ¿necesita el mundo un día internacional de la danza? La UNESCO consideró que sí. El día de la danza permite atraer la atención pública a este arte. Además, en este día se reivindican las distintas formas de danza como arte, ejemplo de ello es la danza clásica, aunque especialmente se representa la danza contemporánea y los nuevos estilos de baile. El Consejo Internacional de la Danza (CID) explica también que el Día Internacional de la Danza debe servir para recordar que este arte es universal y no discriminatorio. Como dijo el bailarín Sidi Lardi Cherkaoui, en su manifiesto el día internacional de la danza de 2012: es un día para “celebrar la interminable coreografía de la vida”.
Cada año el ITI encarga a una personalidad conocida del mundo de la danza la redacción de un mensaje que es leído en todo el mundo. El objetivo de esta celebración y de ese mensaje es el de unir todas las danzas en este día, para celebrar esta forma de arte y mostrar su universalidad.
MENSAJE DEL DÍA INTERNACIONAL DE LA DANZA 2019
Karima Mansour bailarina, coreógrafa y docente egipcia, fundadora de El Cairo Contemporary
Dance Center (CCDC), ha sido la encargada de escribir el Mensaje del Día Internacional de la Danza 2019
“En el principio hubo el movimiento… y desde el inicio de los tiempos, la danza ha sido un medio poderoso de expresión y celebración. Desde su aparición en los murales de los faraones egipcios hasta el presente, ha inspirado a los creadores de danza. La danza se usó para evocar a los muchos dioses y diosas de la danza, que simbolizaban significados y conceptos como el equilibrio, que se vincula con la justicia, la musicalidad, el tono, la conciencia individual y cósmica, etcétera.
Una vez leí que: “Se creía que, en tiempos de los faraones, la danza servía para elevar el espíritu del bailarín y de la audiencia de espectadores o de los participantes. La música y la danza alentaban los impulsos más elevados de la condición humana al mismo tiempo que consolaban a la gente de las decepciones y de las pérdidas de sus vidas”.
Todos nosotros hablamos el lenguaje del movimiento. El movimiento es un lenguaje universal que nos pertenece a todos siempre que estemos dispuestos a aguzar nuestros sentidos y a escuchar. Es preciso escuchar, escuchar sin interferencias, escuchar sin juzgar, escuchar en silencio y permitiendo que el movimiento recorra el cuerpo en cada momento, porque tanto nuestro interior como todo lo que nos rodea está en movimiento, en movimiento constante. Entonces es cuando el cuerpo no miente, porque está escuchando su verdad y la está expresando.
Al escuchar el latido de nuestro corazón, podemos bailar la danza de la vida, que requiere movimiento, agilidad y adaptabilidad, una coreografía en constante variación.
En esta época en la que la conexión y la conectividad han adquirido nuevos significados y estamos en el punto más bajo de nuestra capacidad de conexión… La danza sigue siendo el acto al que más recurrimos para ayudarnos a restablecer esa conexión perdida. La danza nos devuelve a nuestras raíces, tanto en un sentido cultural, como en el sentido sensorial, personal e individual más inmediato, hasta alcanzar el núcleo y el corazón, al tiempo que nos capacita como animales sociales. Porque solo cuando nos conectamos con nosotros mismos, cuando escuchamos nuestro ritmo interior, podemos conectar verdaderamente con otros y comunicarnos.
La danza es el lugar donde la cultura se comparte y las fronteras se derrumban en el espacio de la inclusión y la unidad, a través del lenguaje tácito de la universalidad.
El cuerpo es un instrumento de expresión, el vehículo de nuestra voz, nuestros pensamientos, sentimientos, historia, de nuestro ser y existencia, de nuestro anhelo de expresar y conectar, que se manifiesta por medio del movimiento.
La danza es un espacio que nos permite conectar con nuestra verdad; por eso, necesita un espacio tranquilo. La danza nos permite conectarnos y sentirnos plenos, y solo en ese sentimiento podemos encontrar la paz, y con la paz llega el silencio y gracias a él, podemos oír, escuchar, hablar y a través de la quietud, aprendemos a bailar nuestras verdades y es entonces cuando la danza se vuelve pertinente.
En el movimiento y en la danza, nos podemos mover de la vertical a la horizontal, de arriba a abajo, y viceversa. El movimiento y la danza pueden crear el caos, reorganizarlo o no. Ahí es donde somos capaces de crear nuestras propias realidades y los momentos fugaces y efímeros, uno tras otro. Momentos que nos pueden conmover y permanecer en nuestros recuerdos para inspirarnos y cambiarnos para toda la vida. Ése es el auténtico poder de la verdadera expresión y, por lo tanto, el poder de la danza.
La danza es sanadora. La danza es donde la humanidad puede encontrarse.
Invito a la gente a ir más allá de las fronteras, más allá de la crisis de identidad, más allá del nacionalismo y más allá de las definiciones. Liberémonos de esas limitaciones y encontremos el movimiento y el impulso en ese lenguaje universal. Invito a todos a bailar al ritmo de su corazón, de su verdad interna, porque son esos movimientos internos los que conducen a las revoluciones internas, donde el cambio real tiene lugar”.
Feliz día Internacional de la Danza.